Ceder a cambio de no enfrentarse
Ya hemos señalado en numerosas ocasiones que
el proceso de construcción nacional en el que está inmerso el Gobierno
autonómico catalán no es sólo radicalmente ilegal; es también enormemente caro:
aunque el Gobierno de Rajoy y la silente Fiscalía General
del Estado hayan podido llevar a Artur Mas a la tranquilizante convicción de
que su ilegal referéndum secesionista no va a acarrearle ninguna consecuencia
penal –tal y como no se la ha acarreado su clamorosa desobediencia a las
sentencias de nuestros Altos Tribunales respecto a la inconstitucional
inmersión lingüística–, es obvio que llevar a la práctica los delirios
identitarios de los nacionalistas no sólo reclama impunidad, sino cuantiosos
recursos financieros extraordinarios.
Aunque gracias a las
paulatinas cesiones de los distintos Gobiernos centrales las Administraciones
autonómicas cuenten con recursos fiscales muy superiores a los que maneja
cualesquiera otros Gobiernos regionales del mundo, es evidente que no son
suficientes para acometer la carísima "transición nacional" en que
está inmerso el Ejecutivo Mas. Esa razón financiera –y no otra– es la que llevó
a Mas a reunirse secretamente con Rajoy, justo después de darnos a conocer, el
pasado viernes 22 de marzo, la composición del llamado Consejo Asesor para la Transición Nacional.
Es evidente que tanto
este mismo Consejo como el desarrollo de una agencia tributaria propia, como,
en general, todas las "estructuras de Estado" que el Ejecutivo de CiU
está desarrollando, cuestan muchísimo dinero. También lo cuestan las centenares
de empresas, fundaciones y diversos chiringuitos que sirven como redes
clientelares que el nacionalismo debe alimentar si quiere llevar a buen puerto
su proyecto soberanista. Lo mismo podríamos decir de la numerosas radios y
televisiones autonómicas, cuya deuda es varias veces superior a lo que el Reino
de España se ha ahorrado congelando las pensiones a todos los jubilados,
incluidos, naturalmente, los catalanes. También cuesta una pila de millones de
euros sostener las numerosas embajadas que el Gobierno regional catalán tiene
desplegadas en el extranjero, decisivas para lo que Artur Mas, enbatasuna expresión, denominó la
"internacionalización del conflicto".
Para hacer frente a
todos estos multimillonarios desembolsos, ineludibles en pro de la
consolidación de la identidad nacional catalana,
no son suficientes los recortes de gasto social o
las subidas de impuestos que han sufrido los catalanes; tampoco es suficiente
que Montoro mire para otro lado ante el clamoroso incumplimiento de la
Generalidad respecto al déficit y la burlada Ley de Estabilidad Presupuestaria. Para
el carísimo proceso de transición nacional tampoco es suficiente que el Gobierno
de Rajoy haya destinado al Gobierno separatista de CiU la mayor parte del Fondo
de Liquidez Autonómica, tanto en 2012 como en 2013. Ni siquiera ha sido
suficiente que Montoro haya anunciado que será aun menos exigente este año con
las comunidades incumplidoras de los objetivos de reducción del déficit, como
es el caso de la
secesionista Administración regional catalana.
Sencillamente, la aventura soberanista de CiU exige más dinero, y
a pedírselo a Rajoy –y no a otra cosa– es a lo que fue el presidente de la
Generalidad en su secreta reunión con el presidente del Gobierno.
Bien está que algunos
medios de comunicación de Madrid, que poco antes de la secreta reunión
de marras llegaron a tener la ingenua idea de que podíamos asistir a "un importante cambio de
rumbo" por parte de CiU, nos digan, tras la celebración de
la misma, que Rajoy oxigena a Mas a cambio de humo. Pero siguen sin entender el
problema. Las cesiones pasadas, presentes y futuras de Rajoy no están
destinadas a obtener a cambio propósitos de enmienda por parte de los
nacionalistas, sino a que el presidente del Gobierno pueda eludir con ellas su
obligación de hacerles cumplir la ley.
Sencillamente, Rajoy cede a cambio de no tener que enfrentarse con
los nacionalistas. Y eso, para una persona con el carácter del actual
presidente del Gobierno es, desgraciadamente, mucho.
Por no enfrentarse a los nacionalistas, Rajoy ha permitido
impasiblemente, desde el punto de vista político, que los nacionalistas
inoculen en la opinión pública que el problema económico de la Generalidad se
debe, no a su multimillonario despilfarro identitario, sino al hecho de que
"Espanya ens roba".
Por esa misma razón, Rajoy ha permitido en el ámbito jurídico que
los nacionalistas crean que van a tener total impunidad en su ilegal consulta
secesionista, sin hacerles mayor advertencia de que "no otorgará"
efectos jurídicos al delito.
Por esa misma irresponsable e insensata renuencia a hacerles
cumplir tanto la Constitución como la Ley de Estabilidad Presupuestaria, Rajoy
les ha dado y seguirá dando en el ámbito financiero ayuda extraordinaria que
evite a la Generalidad la suspensión de pagos y, sobre todo, le evite a él
tener que intervenirla.
Pensar que los
nacionalistas iban a aplazar o, incluso, renunciar a su agenda secesionista a
cambio de una financiación extraordinaria, que precisamente requieren para cosumarla,
es empeñarse en no ver que el problema decisivo se encuentra en Madrid y no en
Barcelona. Pero en eso estamos y en eso seguimos.
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