martes, 29 de enero de 2013



RAHOLA EN EL PSIQUIATRA

Antes o después tenía que ocurrir y sucedió. Un médico psiquiatra tuvo a bien analizar el comportamiento de este bulto sospechoso e independentista. José Carlos Fuertes ha dictado su veredícto: "Hágaselo ver". Pasen y lean el análisis de un experto. Lo firmo de cabo a rabo.



Pilar Rahola y su análisis psiquiátrico: señora, pida ayuda



Hace días que pensaba escribir algún comentario sobre tan peculiar personaje mediático, que ahora volvemos a ver más asiduamente en tertulias y debates de todo signo y condición. Pero a raíz de sus últimas expresiones lingüísticas me he puesto manos a la obra con el objetivo de analizar, desde mi óptica profesional, la única para la que me considero capacitado, los exabruptos que la comentarista, tertuliana, politóloga, antaño política, periodista y escritora, profirió recientemente contra un miembro de la mal llamada clase política, el señor Albert Rivera, a la sazón presidente de Ciudadanos de Cataluña.
La que antaño fue política de la izquierda catalana y ahora tertuliana es un caso curioso y digno de ser evaluado psicopatológicamente. Ya anticipo que no es un caso raro, ni tampoco especialmente relevante o interesante en sí mismo. Su interés radica en la repercusión mediática que tienen sus 'vómitos logorreicos', empleando la misma jerga con la que nos deleita tan ilustre comentarista-periodista-escritora-política-politóloga.
En mi opinión profesional, con todas las prevenciones necesarias, sin que ello sea un diagnóstico firme sino una simple apreciación o impresión clínica, estaríamos ante un probable 'trastorno en el control de los impulsos', asociado a una serie de rasgos anómalos de personalidad. Es decir, estamos ante una persona que tiene reacciones, al menos verbales, y posiblemente también en sus conductas y comportamientos, excesivamente impulsivas y no controlados eficazmente por los circuitos cerebrales que rigen el pensamiento noético racional.
Ésta, antaño política y hoy comentarista-periodista-tertuliana-escritora-politóloga, puede ser un ejemplo de lo que se llamaba en la psiquiatría anglosajona 'reacciones en cortocircuito'. Es decir, individuos que piensan una cosa y la sueltan sin deliberar ni reflexionar ni su conveniencia, ni su repercusión, ni el daño que pueden hacer o lo razonable de su argumento. Repito que no es una entidad extraña, en la clínica psiquiátrica vemos muchas personas con esta conducta.
También los podemos observar con frecuencia en los medios de comunicación, sobre todo televisivos, donde son muy valorados como contertulios por su actitud provocadora y la capacidad de morbo que ello crea. Como dicen en el argot de la pequeña pantalla 'dan mucho juego', 'son unos crack', aumentan el 'share', en fin, que son muy interesantes para enganchar a la audiencia y incrementar posiciones en el 'ranking' televisivo. Estoy seguro que usted, amable lector, a estas alturas de mi reflexión ya habrá identificado a algunos de ellos. Sí, son esos que nos ayudan a pasar las frías sobremesas de invierno con sus comentarios sarcásticos; los que aparecen en los 'late show' de las aburridas noches del fin de semana llenando de comentarios bochornosos nuestra languidez; e incluso, algunos, los más madrugadores, a los que podemos ver en los programas matinales con sus escopetas verborreicas cargadas y disparando a diestro y siniestro.
Poco más que decir como psiquiatra sobre nuestro personaje, la señora Rahola, la ínclita tertuliana-periodista-escritora-antaño política-hoy politóloga, está claro que su incontinencia verbal es difícilmente controlable por la voluntad. Una cosa es la vehemencia en la expresión verbal, lógica al defender una tema del que estamos muy seguros y más en la televisión donde el show-espectáculo es muy importante, y otra muy distinta la impulsión-compulsión que yo creo que la Sra. Rahola presenta.
Lo siento, de verdad que lo siento, ya que debe sufrir por ello. Su lengua se le escapa, se le escurre, se dispara conforme se calienta el diálogo y la tertulia avanza. Quizá, solo quizá, luego piense que para que lo habrá dicho, que hubiera estado mejor callada, que no saca nada con ello (bueno aparte de sus honorarios), que es un tontería. Más raro veo que sea capaz de reconocerlo, y menos públicamente, debido a sus rasgos narcisistas de personalidad.
De lo que sí estoy seguro es que el señor Albert Rivera, persona a la que no he votado nunca, ni tengo el gusto de conocer personalmente, no merece ese trato. Me parece que es un sujeto reflexivo, sosegado, equilibrado y maduro. No creo que tenga un diálogo 'vomitivo' sino correcto y respetuoso con todos, incluso con aquellos que no lo merecen.
Señora Rahola: nadie es perfecto y todos tenemos nuestros desequilibrios y alteraciones, yo el primero, por supuesto. En un país libre, y creo que este lo es, todo se puede defender sin insultar al otro, y lo que es más importante sin insultarse a sí misma. Entiendo que a veces le cueste mucho controlarse, es algo biológico, consustancial con su personalidad, innato, disposicional decimos los médicos. Es una reacción anómala, que aunque para según que cosas le puede ser hasta interesante y lucrativa, debe ser contralada para no traspasar la delicada frontera que separa lo insano de lo apasionado, la anomalía del entusiasmo.
Señora Rahola: si usted sola no puede, pida ayuda. Casi todo tiene arreglo y para eso estamos los profesionales de la salud mental. Permítame que le deje esta vieja y, a la vez, interesante sugerencia del ilustre poeta español del siglo XIX, Mariano Aguiló: "Aquel que dice cuanto piensa, piensa muy poco lo que dice".

 

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