Las Fallas, las hogueras equinocciales de primavera
Baltasar Bueno
Las fallas de Valencia actuales no son otra cosa que las sucesoras de
las antiguas hoguera que en calles, barrios, pueblos y ciudades hacía el
pueblo en la víspera del equinoccio de marzo o primaveral, en el paso
del invierno a la primavera. En realidad es una antiquísima costumbre o
tradición universal, de las culturas de los distintos países del mundo,
que en tierras valencianas adquirió con el tiempo su modalidad o
variante barroca y mediterránea.
Se hacían hogueras de júbilo, en
impetración de bienes y prosperidad, de deseos de felicidad a la tierra y
a los dioses, se pedía el alejamiento del mal y los desastres y un
futuro próspero y grato para quienes festejaban en torno a las llamas o
las saltaban. Al fuego se le creía efectos purificadores, espantador y
de malos espíritus. El fuego encendido frente a las casas era
considerado protector. El origen de las Fallas, tal como las entendemos
ahora, y por lo que se sabe hasta el momento no se remonta más allá del
siglo XVIII y comenzaron a adquirir el formato que tienen a principios
del siglo XIX, unidos sus primeros pasos al Gremio de Carpinteros y a
san José, que a finales del siglo XV, por influencia de san Vicente
Ferrer, nombró patrón del oficio a este santo, que la Iglesia tuvo
olvidado y marginado hasta el siglo XVII.
Fue el fraile dominico
Vicente Ferrer quien en el siglo XV fomentó por libre la devoción al
marido de la Virgen y padre putativo de Jesús. Puso de moda el santo y
fueron muchos los bautizados con su nombre, costumbre que especialmente
se dio en esta región. El Gremio de Carpinteros, potente en aquella
época, haciéndole caso, lo declaró en 1497 protector especial del
oficio. La popularidad de san José fue a más hasta el extremo de que el
Consell de la Ciutat solicitó al arzobispo Juan de Ribera qe lo
declarase patrón y protector especial de la ciudad, hecho que ocurrió en
1609, título que conserva aún. Años después, en 1621, Roma a remolque
del exterior, Valencia sobre todo, se animó e instituyó oficialmente la
fiesta en la liturgia católica.
El investigador Jesús Villalmanzo
Cameno, que tiene un interesante estudio sobre las Ordenanzas del Gremio
de Carpinteros, sitúa, además, el origen de patronazgo josefino sobre
el Gremi de Fusters en el convento de religiosas carmelitas de la
Encarnación, situado a pocos metros de la sede gremial, aún existente,
donde se veneraba al santo , por influencia de santa Teresa de Jesús,
fundadora de la Orden Carmelitana, que promoción su devoción entre los
cenobios a su cargo.
Villalmanzo ha encontrado documentación que
remite en 1740 a la plantà de una Falla, una gran hoguera, delante de la
Casa Gremial, integrada por la respetable cantidad de tres quintales de
leña, en la noche de san José, patrón del Gremi de Fusters. El Marqués
de Cruilles, erudito de las cosas y costumbres de la ciudad, habla de
que se aprovechaba la hoguera los residuos de la madera trabajada en los
talleres para quemarlos junto al palo que sostenía la antorcha
iluminadora de las largas veladas del invierno, y que no hacía falta al
alargar el día tras pasar san Matías en los últimos días de febrero.
El Gremio de Carpinteros, con su san José, estuvo en el inicio de las
Fallas fruto de la transformación de las primitivas y ancestrales
hogueras equinocciales de primavera, antaño paganas y luego
cristianizadas, en nuestro caso, advocadas a san José tanto tiempo
olvidado por la Iglesia.
Luego las Fallas se olvidaron de san José,
lo descolgaron de sus carteles, y recientemente la Iglesia ha colocado
una pequeña imagen de san José en la plaza de la Virgen que asiste desde
su humilde posición a la Ofrenda de Flores.
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